Hoy llegue a Montevideo, Republica Oriental del Uruguay luego de que el huracán Isaac me tuviera a las vueltas, el cual hizo que el domingo suspendieran vuelos, y anoche cuando estaba en el avión, hacía una hora que estábamos sentados esperando para salir, se escucha la voz calma del comandante, diciendo que estaban buscando el libro de mantenimiento del avión y que sin el libro no salíamos, pensé bueno por lo menos le hicieron mantenimiento, pero como habrá sido que no encuentran el libro, por si acaso mire abajo de mi asiento para ver si estaba ahí, al rato de nuevo que seguíamos demorados porque ahora la FAA, que es la Administración Federal de Aviación Americana estaba inspeccionando el avión, por algo del huracán que no lo entendí bien, pero por suerte salvo las demoras fue un vuelo maravilloso, pese a que a lo lejos cuando despegamos se veía está gran tormenta.
Durante el vuelo de regreso, fui extrayendo de mi interior los recuerdos de estos meses pasados. Como había pedido ventanilla, durante esa noche oscura inmerso en el silencio de la cabina de pasajeros me puse a mirar hacía afuera, al ver las luces de las ciudades que emergían de la tierra oscura y creaban figuras imaginarias en mi mente, en ese letargo que produce estos largos vuelos, con la mirada perdida en el infinito me fui sumergiendo poco a poco en mis pensamientos, sí había tenido la suerte de haber recorrido esos largos caminos que unen las tres Américas. Ahí abajo estaban todas esas personas maravillosas que siempre brindaban una sonrisa amable, preguntándome entusiasmados por el viaje, o simplemente me pedían unos minutos para que como un juglar, de un tiempo presente les contará de aquellos lugares lejanos, donde algunos habían partido en la búsqueda de ese mundo mejor para sus vidas, pero que tantas nostalgias les traian al escucharme hablar. Otros quizás sueñan algún día poder llegar. Los paisajes más maravillosos se entremezclan en mi mente, atardeceres y amaneceres dieron formas y colores. Los animales salvajes me mostraron sus refugios, donde quizás en pocos instantes compartimos la libertad infinita que dios nos da. Los glaciares me brindaron sus secretos eternos, con los bosques jugué con el viento. Las ciudades me mostraron su arquitectura, del pasado, el presente y otras me fueron mostrando el futuro. Poco a poco junto al ronronear de las turbinas fui desandando ese camino de 4 meses de libertad, y de una America, que sin duda se merecia ser explorada.